Menesianos en Uruguay

1951: Los Hermanos Menesianos llegan a Canelones

Comunidad fundadora acompañada por el Hermano Superior General y sacerdotes de la parroquia: Hermano Miguel, Hermano Eliseo, Superior General, Padre Quaglia, Padre Castiglioni, Hermano Esteban, Padre Sandoval, Hermano Guillermo y Hermano Pedro.

 

Los caminos y los tiempos de Dios son una incógnita para los hombres: el 3 de setiembre de 1859 salían cuatro Hermanos de Phoërmel para hacerse cargo del último Colegio fundado por nuestro Venerable Fundador. Llegaron el 17 de octubre de 1860 a Tahití. Se dice que en su espera de barco que les llevará hacia Chile prestaron sus servicios en la Catedral de Montevideo, y lo hicieron tan bien que les pidieron que se quedaran; pero la orden de su Fundador era terminante.

Esta fue la primera vez que se invitó a los Hermanos Menesianos a ejercer su misión en Uruguay y como no hay “tres sin dos”, en 1947, el Hno. Arcángel asistente del Hno. Superior General, visita en Montevideo a la Hna. Magdelaine, Superiora en el Hospìtal Pasteur. Esta religiosa, hermana del Hno. René Le Beau, director de uno de nuestros Colegios de Haití, se convertirá en la gran promotora de la Providencia y no detendrá su actuar hasta conseguir ver a los Hermanos Menesianos en Uruguay.

No por nada en el Pasteur era reconocida como “La Napoleona”. Su primer paso fue conectar al P. Ballista S.J., predicador de Ejercicios de San Ignacio en Buenos Aires con el Superior de los Hermanos, el Hno. Miguel Aparicio. Por supuesto que inteligentemente lo presenta también como reclutador de jóvenes uruguayos para futuros menesianos.

Conocedor el P. Ballista de que el párroco de Canelones, P. Edmundo Quaglia y un grupo de padres católicos están unidos en el deseo y la acción para tener una escuela católica de varones en su parroquia, les pone en contacto con los Hermanos de Buenos Aires. Ante el primer “no” por falta de Hermanos (eran 20 en un Colegio y cada uno en su clase, cosas de la época), el P. Quaglia seguirá insistiendo ahora con la ayuda del Sr. NUNCIO Papal, quien recibió mucha ayuda de los Hermanos de Haití cuando ejercía esa misma función en la siempre complicada isla. Ante tanta insistencia el Consejo General de la Congregación dispone que la petición debe ser aceptada.

Se nombra Director el Hno. Gaudencio, quien con el Hno. Provincial se traslada a Canelones y dan el visto bueno para iniciar en marzo de 1950.- Pero no era el momento: circunstancias internas hacen que disminuya el número de Hermanos y la fundación se suspende.

Pero ya las relaciones están entabladas y en tal grado de simpatía, que el Padre Quaglia y sus parroquianos están dispuestos a esperar tiempos mejores.

La famosa Señorita Blanca, nuestra primera maestra uruguaya con sus alumnos de Canelones.

 

Y una vez más las circunstancias históricas determinan el accionar de la Providencia. En la Argentina las relaciones de Perón con la Iglesia no auguran buenos momentos para la enseñanza católica en ese país. Ante esta circunstancia son varias las Congregaciones de enseñanaza que se orientan hacia Uruguay, que no comulga mucho con la política peronista. Y es así que Canelones y los hermanos Menesianos consiguen hacer realidad su mutuo sueño.

Como señaló el cronista, no estuvo ausente en esta fundación el accionar de la Madre del Señor como en las bodas de Canaá y tanto es así, que fue precisamente el 12 de diciembre de 1951 día de la Virgen de Guadalupe, patrona de Canelones, que el pueblo da la bienvenida a los dos primeros Hermanos, Guillermo y Miguel, su flamante primer Director.

Pero no todo fue fácil: sólo existía el deseo de ambas partes, pero lo principal estaba en pañales, pues el Colegio y todo lo que debía hacerlo funcionar no existía, comenzando por los alumnos y el local.

Es por eso que se adelantaron los dos primeros Hermanos para dirigir el acondicionamiento de la casa alquilada por la Parroquia hasta que fuera entregado el inmueble comprado en la calle Batlle y Ordoñez para el soñado Colegio.

Dada la brevedad de esta crónica no es posible describir todas las peripecias narradas por estos dos solitarios de avanzada pasando sus días en una obra en construcción y mirando todo el día a la puerta para ver si la Providencia les daba una mano. Y la verdad que no faltaron almas generosas que fueron completando un ajuar de emergencia. Se da por supuesto que su fundamental apoyo estuvo en el P. Quaglia, pero la Parroquia también miraba al Cielo para poder llegar a la fecha con el Colegio terminado y amoblado. Mientras tanto los hermanos y los Padres de la Parroquia hacían las inscripciones de los primeros alumnos uruguayos.

 

Primeros alumnos de los Hermanos Menesianos en Uruguay. Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, Canelones, 1952.

 

En el mes de febrero de 1952, llega el resto de la primera Comunidad: El Hno. Pedro y el Hno. Esteban completando todo lo necesario para que pueda ser abierto el primer Colegio Menesiano en el Uruguay con el sello de todas las obras Menesianas, forjadas en la fe en la Providencia y el amor y esfuerzos de sus gestores.

Quien esto narra fue testigo de lo vivido el día 10 de marzo de 1952. Los rostros de los asistentes a este primer encuentro entre los niños uruguayos y los Hermanos Menesianos reflejaban bien a las claras la alegría y la esperanza.

Van a ser la 8.30 en el reloj de la Parroquia y suena la famosa campanilla, que indica la hora de formar filas en el patio bajo las palmeras y el nogal, muy recordados por los chicos que disfrutaban de sus frutos. Y así , luego de las ceremonias de rigor, los alumnos se dirigen hacia sus respectivas nuevas clases, admirados ante los pizarrones, mapas crucifijos y cuadros de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Pero su silencio se debía también a la gran novedad: sus Maestros no tenían la clásica túnica blanca, sino una sotana negra. Quedan pues así funcionando los cuatro primeros años de Primaria de la siguiente manera: 1er. año: 37 alumnos a cargo del Hno. Pedro en el salón de la derecha a la puerta de entrada; 2do. Año: 34 alumnos, Maestro el Hno.Guillermo, en la clase de la izquierda: 3er. año: 21 alumnos, Maestro el Hno. Esteban y 4to. Año: 21 alumnos, Maestro y Director el Hno. Miguel, en los salones de izquierda y derecha de salida al patio respectivamente.

A continuación, se hallaban el comedor y cocina donde reinaría durante muchos años nuestra cariñosa y habilidísima negrita Beatriz. En la parte superior estaba la residencia de la Comunidad.

En este inmueble funcionó el primer año el Colegio Ntra. Sra. de Guadalupe en la calle Florencio Sánchez 533, a la espera de que las Oficinas de Rentas se decidieran a permutar los locales que ocupaban en Batlle y Ordoñez 647, adquiridos por la Parroquia para su Colegio.

Primera Comunidad del Colegio La Mennais ante la puerta del salón parroquial (Malvín, 1956). Hermano Alfonso, Hermano Fermín, Hermano Pedro, Hermano Rafael y Hermano Sebastián.

 

Realmente fue un año de ambientación, no solamente entre maestros y alumnos, sino también con el medio local y nacional. Se podría decir que con los primeros fue “un amor a primera vista”. Relación de cariño y respeto mutuo que fue el sello que marcó este primer Colegio Oriental, por el pueblo denominado como “el Colegio de los Hermanos”, incluso en los años posteriores a nuestra dolorosa partida.

Se da por supuesto que con el P. Quaglia y sus sacerdotes las relaciones fueron de hermandad, así como con las Hermanas Salesianas que nos traspasaron los primeros alumnos.

Con respecto a los padres de los alumnos y otras familias de la ciudad de Canelones les rendimos admiración y agradecimiento por su cariño y colaboración. Para ejemplo basta un botón: ante el primer encuentro con alumnos de Secundaria del Colegio de Buenos Aires, las familias, aún sin tener chicos en el Colegio, se ofrecieron para recibir en sus hogares a algún porteño. Cómo nos gustaría registrar aquí algunos nombres, pero ante el riego de olvidos se prefiere dejar constancia de que les guardamos a todos en ese rincón de la memoria agradecida.

Y así en un ambiente de normalidad y mutua ayuda de padres y maestros pasó el primer curso.

El curso de 1953 se inicia en el mismo lugar pero el 6 de abril nos trasladamos al Colegio en el que aún, pero ya muy mejorado, sigue funcionando.

Al iniciar las clases recibimos la visita de nuestro Superior General el Hno. Eliseo quien no sólo constata el entusiasmo de los Hermanos y familias, también admira el campo y ganadería del país ya que era Ingeniero Agrónomo. Los alumnos intentaban saludarlo en francés, en su afán por ser atentos con su huésped.

Alumnos fundadores del Colegio La Mennais con su primer maestro y director, el Hermano Fermín.

 

En este segundo curso debemos destacar dos hechos memorables: dice el cronista: El 25 de agosto el Colegio pone la nota más llamativa y pintoresca, nunca vista en Canelones. A las primeras salvas matutinas, los parlantes del Colegio lanzan al aire los acordes de nuestro magnífico Himno Nacional. Luego el alumnado en perfecta formación, desfila hacia la iglesia precedido de una flamante bandera de seda donada por un gran benefactor del Colegio, el Sr Leopoldo Fontán y Señora para ser bendecida después del Tedeum y Misa. Luego retornan al Colegio acompañados por gran parte del pueblo no acostumbrado a tales ceremonias; su admiración aumentó cuando, entre acordes de marchas marciales fue izada en el màstil. El P. Quaglia lo bendice junto con el resto de las Banderas Nacionales. Se cierra el día con competencias deportivas.

El segundo hecho destacable fue la visita que hiciera al Colegio, el Nuncio Apostólico Monseñor Alfredo Pacini. Fue recibido con gran alegría y entusiasmo por todo el pueblo con banderas y desfile hasta la Parroquia donde fue saludado por las autoridades del departamento. No era para menos: era la primera vez que les visitaba el Decano del Cuerpo Diplomático en el Uruguay.

Como nota simpática podemos señalar que en Florida donde fue a presidir como representante Papal el Congreso Mariano , cuando pasaban desfilando ante el palco oficial los niños de los colegios, al pasar los de Canelones, Monseñor Pacini le dijo al P. Quaglia “Ahí vienen los míos” y tenía razón pues él fue uno de los que influyó para que los Hermanos vinieran a Uruguay.

Durante las vacaciones trabajaron los albañiles para adelantar el Colegio y hacerlo más funcional y acogedor para el año 1954.

Antes de iniciar el curso regresan de sus vacaciones en España el Hno. Irineo y el Hno. Esteban; esto no sería noticia si no sucedieran dos hechos importantes: que el Hno. Irineo sería el quinto Hermano de la Comunidad y que junto con ellos viajó una hermosa imagen de la Asunción de la Virgen, cuya dulce mirada supo ganarse el amor de los niños y mayores. Y así bajo su protección iniciamos con más entusiasmo el nuevo curso. Dicha imagen hoy se venera en la Capilla de la Comunidad de Montevideo.

Este y los que siguieron hasta 1956, el Colegio ya afirmado y organizado, sigue funcionando con normalidad, sin más novedades que los Hermanos deben pasar sus vacaciones en Canelones, dadas las malas relaciones con el Gobierno Argentino. Gracias a la amabilidad del Dr. Vercesi que nos prestó su casa de campo no lo pasamos tan mal; y el Hermano Irineo se dedicó a su arte de taxidermia dejando admirado a todo el pueblo con la belleza y realismo de los animalitos que parecían vivos en las más diversas posiciones. Aún hoy se pueden ver en el Colegio La Mennais.

La presencia de los Hermanos en Canelones despertó el deseo de varios sacerdotes para abrir su Colegio parroquial, pero sólo el P. Freire lo conseguiría con la ayuda de Sor. Magdalena y el Sr. Nuncio.

1956 - El Colegio La Mennais abre sus puertas

El Hermano Pedro enseña a leer a los niños de Malvín.

 

Cada vez que nos visitaban los Superiores de la Congregación insistían en su pedido. En 1953 ya se lo prometió el Hno. Eliseo, Superior General.

Pero como todo se iba en promesas en enero de 1956 y aprovechando la visita del Hno. Francisco Aparicio Asistente y que también fuera fundador de Buenos Aires, y por lo tanto con su corazón arraigado en la zona, el P. Freire lanzó un ultimato, amenazando con ofrecer la fundación a otra Congregación.

El resultado fue la orden del Superior para que el Hno. Miguel y Pedro, acabado el retiro anual, se trasladaran a Montevideo para poner en marcha el nuevo Colegio. Cosa no fácil pues se partía de cero: ni local, ni alumnos, y lo que era peor sin Hermanos. Y fue así que el Colegio La Mennais surgirá desde las manos de la Providencia, como todas las obras menesianas.

Se ponen en contacto con el P. Freire y las Hermanas Capuchinas del Colegio de Lourdes. Con la buena voluntad del párroco y los consejos y ayuda de la Hna. Elena, comienzan las inscripciones de los alumnos y los arreglos del salón parroquial para poder acogerlos. Eso suponía viajar todos los días a Canelones luego del arduo trabajo en Montevideo, subsistiendo como podían, ya que su Hotel era el escenario del salón.

No fue fácil partir de cero y con muy poco tiempo para dar seguridad a los padres de que el futuro Colegio no era un sueño sino una realidad en marcha, y muy apoyada por las Hermanas Capuchinas quienes a sus consejos añadieron el gesto generoso de prestarnos material escolar, y sus coches para trasladar los niños, muchos de los cuales eran antes sus alumnos, ya que ellas quedaron sólo con los de jardín. Por tanto bien se les puede llamar cofundadoras.

Gracias a los desvelos del Hno. Pedro todo quedó listo para que pudieran funcionar tres clases de mañana y tres de tarde, con separaciones rudimentarias que no hacían muy fácil saber qué maestro dictaba las clases. Pero así se pudieron iniciar.

Los hermanos consiguen una cómoda y familiar vivienda en el Hotel “el Ancla Argentina” calle Pilcomayo, cuya dueña les recibe y atiende como una madre. Nos dicen los fundadores que allí descansaban y recuperaban fuerzas para seguir en la lucha. Y así ya todo listo el domingo 4 de marzo de 1956 los Hermanos son presentados a la Comunidad parroquial que fue invitada para la apertura del Colegio al día siguiente.

Remarca el cronista el regocijo, admiración y esperanza que reflejaban los rostros de los padres y los niños. De más está decir que el más emocionado era el P. Freire al bendecir el Colegio de sus sueños.

Segunda etapa del Colegio La Mennais en el ex hotel Neptuno, al iniciar las clases en 1957.

 

Mientras estos actos se realizaban, llegaba al Puerto su primer Director, motor y alma de lo que sería el Colegio La Mennais: por si hace falta aclararlo: era el Hno. Fermín. Cuando el P. Freire le vio medio inválido, amarillo y con un bastón y bombín, no pudo menos que exclamar: “Esto me traen”. Pero pronto constató el torbellino que encerraba aquel cuerpo abatido por la hepatitis.

Quedó así constituida la primera Comunidad: Hnos. Fermín, Rafael, Pedro y Sebastián. Pero para poderla formar fue necesario reducir la de Canelones de cinco a tres Hermanos. Esa era la condición para poder tener los dos Colegios en Uruguay. Pero merecía la pena aunque todos trabajaran a doble turno; se nos compensaba con la colaboración de nuestra primera docente uruguaya, la Señorita Blanca Lorenzo y la fraternidad de las dos Comunidades que se visitaban con frecuencia, y más si el encuentro se realizaba en la bodega del Sr. Scarpa.

Lástima que unos años después se cerrara el Colegio de Canelones por falta de alumnos y desacuerdos en la administración del mismo.

1957 - Nueva sede - El ex hotel Neptuno

El Hermano Florentino («el Ñato») con sus alumnos en el Colegio (Ex hotel Neptuno).

 

Mientras tanto La Mennais crecía y había que buscar otro edificio más apto, al menos para salir del paso, mientras se encontraba un terreno en el que poder hacer posible los sueños de un colegio que satisfaciera nuestros ideales educativos. Desde el primer año el Hermano Fermín con la colaboración de los Sres. que podríamos definir como el embrión de la futura APAC, Ing. Dieste como Presidente, Ignacio Novas, Secretario y Rúben Ferrari, Tesorero, se dedicaron a buscar edificios y terrenos. Y anclaron por fin en lo que fue el Hotel Neptuno. Muy al estilo del Hno. Fermín, muy pronto se llegó a un acuerdo y tras las reformas necesarias se pudo empezar el siguiente curso en el que por unos años fuera el Colegio La Mennais. En él se gestó lo que constituye el alma de un Colegio cristiano: en él se inició la secundaria, los grupos de formación religiosa, con la colaboración de los P.P. Capuchinos, nuestros primeros capellanes, y en especial el P. Roberto de Rocha, un gran enamorado de nuestra obra; gracias a él años después nos haríamos cargo del Colegio de Villa Gobernador Galvez (Rosario).

Nace también la Asociación de Padres. Se puede decir que el Colegio ya está completo. Pero para nuestro Colegio Ideal falta algo muy importante: el deporte. Con la mira puesta en el objetivo sigue la búsqueda de un terreno que nos permita realizar estos sueños. Todos parecían chicos, y el único grande parecía más un arroyo que un campo apto para una construcción de envergadura. No obstante será el elegido, y el 11 de diciembre de 1959 ante el Escribano Sr. Carámbula se firma la compra. Muy satisfechos los Hermanos se sienten propietarios y empiezan a planificar su sueño.

Mientras tanto el Colegio sigue creciendo e incorpora a su cuerpo docente a las primeras maestras, Sras. Estela Sagastiberry y María Olga de Pascual.

Señorita María Olga de Pascual, primera maestra en el Colegio La Mennais.

 

Con el tiempo se incorporarán Profesores en Secundaria. Y para completar la Comunidad Educativa, toma forma la APAC, inspirada en la necesidad de unir Colegio y familia en la gran labor de formar y educar cristianamente a los hombres del futuro. Y así todos juntos dan vida al Colegio, en la función educativa, recreativa, artística, etc. Lástima que el primer asado colegial se tuvo que suspender y no por fracaso sino por un accidente trágico cómico: para rociar el asado con un buen vino , los hermanos Rafael y Florentino volvían de Canelones con el Sr. Gobbi; cuando su jeep fue traspasado por la lanza de una jardinera. Se salvaron de milagro, pese a que nadie lo creía, ya que estaban cubiertos de vino y yemas de huevos. Les ayudó el P. Orestes Nutti en su parroquia de Las Piedras, y luego de lavarse les brindó un desayuno para sacar el susto; y tomaron conciencia de que estaban vivos, cuando llegaron unas Religiosas a rezar por los fallecidos, en el terrible accidente. A Dios gracias todo acabó en risas, pero sin asado.

Las fiestas de fin de curso comenzaron a ser con bombo y platillos en los cines del barrio y siempre animados por el Coro del Hno. Fermín y artistas de fama.

1963 - Por fin en casa

Cuatro pilares del Colegio desde su inicio: Padre Joaquín Freire, promotor de la fundación.

Hermano Fermín, primer Director; Fray Roberto de Rocha, primer Capellán; Ingeniero Eladio Dieste, primer Presidente de APAC.

 

Luego de la compra del terreno, todas las energías se centraron en la planificación y construcción del nuevo Colegio, siempre aconsejados y bajo de la dirección de los Ing. Dieste y Montañés, siempre muy atentos a lo que proponía a la Comunidad, por supuesto, en cuanto a lo funcional. La parte arquitectónica será dirigida por los Arq. Sres. Serralta y Clemot.

Con la mente puesta en hacer una obra modelo en la forma y lo funcional, elegida la empresa constructora, y solucionados los problemas económicos, llegó el momento feliz y tan deseado y tan cargado de esperanzas: la colocación de la piedra fundamental.

Fue el día 13 de noviembre de 1960. Se diría que por fin explotó la presión contenida en el corazón de la Comunidad Educativa que se fue gestando en el ex - Hotel Neptuno que ya resultaba chico. Como se suele decir se echó la casa por la ventana.

Colocación de la piedra fundamental del nuevo Colegio La Mennais.

 

Acompañados por delegaciones de Colegios propios y zonales, de los alumnos padres y vecinos, se inicia la gran fiesta dirigida por el Sr. Nuncio Apostólico Monseñor Rafael Forni; quien bendice la Piedra de la que partían cintas que todos querían sostener como unidos en una misma ilusión.

A partir de esa fecha el paseo obligado cada tarde, acabadas las clases, tuvo rumbo fijo: del Neptuno a la obra. Y no es que se quisiera apresurarla; ya no dominaba la ansiedad, sino el deseo de realizarla bien y funcional, y en esa dirección iban las críticas y las ideas, sin forzar la parte arquitectónica, muy cuidada por loas arquitectos, celosos de realizar una obra modelo.

Hubo que esperar hasta marzo de 1963 para poder iniciar las clases en el flamante Colegio. La inauguración oficial y bendición se realizó en el mes de mayo con mayor solemnidad y concurrencia de autoridades y amigos que en el día de la colocación de la Piedra Fundamental.

Terminada esta primera etapa edilicia, todas las fuerzas se orientaron a afirmar la faz educativa en todas sus facetas: religiosa, intelectual, deportiva, social, etc.

En este año se completó el Ciclo Secundario, y se inició el llamado Preparatorios.

Este sector funcionó los primeros años bajo la dirección de la Asociación de Intelectuales Católicos, dependientes del Arzobispado. Al ser uno de los pocos Colegios con los tres ciclos, el alumnado crecía cada año cumpliendo los sueños de sus fundadores que lo dirigieron hasta 1967.

26 de mayo de 1963: Santa Misa en el día de la Inauguración del nuevo Colegio La Mennais.

 

Como dice el cronista, este año se dio un gran cambio; se diría que se cortó el cordón umbilical, y comenzó la serie de Direcciones que lo fueron enriqueciendo con sus inquietudes renovadoras.

Pasos fundamentales fueron el abrir las puertas a las niñas primero y a las señoritas después convirtiéndolo en uno de los primeros Colegio Católicos mixto.

Los Preparatorios se integraron a la dirección única de los Hermanos, que unido a la circunstancia política de los setenta, los convirtieron en refugio para cientos de jóvenes. Siempre con la mira puesta en el mens sana in corpore sano, a la cancha de fútbol, se agrega la construcción del gimnasio.

Animados también los padres en esa línea, no sólo colaboran con el deporte, como nos gustaría nombrar a muchos de ellos, sino que deciden la compra de un campo de deportes, y con muchos esfuerzos logran ese objetivo. A todas esas inquietudes el alumnado responde elevando el Colegio a un gran nivel deportivo.

El Nuncio Apostólico Mons. Rafael Forni, bendice las nuevas instalaciones.

 

Pero aún faltaba dar solución a otras inquietudes: los actos religiosos se celebraban en simples salones. Tampoco los actos culturales y las inquietudes artísticas tenían los locales adecuados y había que recurrir a los cines vecinos y hasta el mismo Solís.

Como no se quería reducir el espacio de los patios, siempre se miró de reojo a los espacios vecinos esperando los tiempos de la Providencia. Y llegaron y hoy contamos con nuevo cuerpo edilicio, que no rompe la línea arquitectónica y sí completa las exigencias de lo que para nuestras ideas sería un Colegio modelo. Y más aún si agregamos la casa de encuentros y retiros de Lagomar donde con más paz y silencio los alumnos se pueden encontrar con ellos mismos y sus hermanos, y con el Dios que no habla en los ruidos.

Como se puede observar, entre líneas de esta crónica, quedan muchas personas y hechos que saldrán a luz cuando dentro de cuatro años se celebren las bodas de oro del Colegio La Mennais.

2001 - Un segundo paso trascendental

Pero no podían pasar los “50 años” en Uruguay sin coronarlos con una obra muy deseada para hacer realidad las inquietudes sociales de los Hermanos y la Comunidad Educativa.

Dentro de un marco educativo cristiano la fe hecha obra en el amor y ayudar a los necesitados es fundamental. Nuestros alumnos lo han hecho realidad en las más diversas formas y lugares variados, llevando su ayuda y alegría a niños y ancianos.

El ideal era comprometer a todos los componentes de la Comunidad Educativa en una obra que nos hiciera palpar mejor y convivir con los necesidades de nuestros hermanos.

Y así nació el “CLUB DE NIÑOS” de educación no formal “DIONISIO DÍAZ” en Maldonado Nuevo.-

Con mucho amor ahí realizan su apostolado los Hermanos Fernando, Benjamín y Wenceslao y desde allí mueven y orientan a padres, docentes y alumnos, todos entusiasmados y unidos en un solo corazón con los niños de ese pueblo que se sienten queridos y que responden con un amor agradecido.

Magnífica forma de iniciar un segundo cincuentenario cargado de promesas e ilusiones.